Siempre que pensemos en el cultivo de plantas en el interior tenemos que tener en cuenta tres variables muy importantes que son la luz, el riego y el sustrato.
En esta ocasión voy a hablar de la luz porque de las tres es el elemento más importante.
La luz es indispensable para la vida de las plantas, es el factor determinante en su cultivo y a la vez el que más suele fallar. La mayoría de los problemas que suelen tener nuestras plantas en el interior se dan por no recibir la cantidad de luz que necesitan.
Como os digo la luz para las plantas es fundamental, la necesitan para hacer la fotosíntesis, que es el proceso a través del cual obtienen su alimento. Si no reciben la que necesitan será muy difícil que crezcan, que estén sanas, robustas y que realicen todas sus funciones con éxito.
Si en nuestra casa no tenemos la luz adecuada para la planta que elijamos, da igual todo lo que hagamos. Podremos estar pendientes del riego, del sustrato, podremos abonar, pero nunca tendremos éxito en su cultivo. Por eso es fundamental conocer las exigencias de luz de cada planta.
Tenemos que tener en cuenta que hay plantas que tienen una exigencia de luz más alta, otras con una exigencia media y otras una exigencia más baja. Para nuestra casa debemos elegir entonces las que mejor se adapten a la iluminación que tengamos en nuestro hogar.
La presencia de la luz natural puede variar en función de distintos factores como la época del año, el momento del día y la región donde nos encontremos. Pero además de esto hay otros elementos que influyen en la presencia de la luz natural en una estancia, como por ejemplo el tamaño de las ventanas, si hay o no zonas acristaladas, el color de las paredes y de los muebles… Los colores claros por ejemplo reflejan la luz y ayudan a crear espacios más luminosos.
¿Cómo podemos saber entonces si tenemos la luz adecuada para nuestra planta?
Hay un síntoma muy evidente, inequívoco diría yo, de que nuestra planta puede necesitar más luz y es el hecho de que se estire buscando el punto de luz más cercano.
Sin embargo hay otros menos evidentes que también nos pueden dar la pista; por ejemplo, si la planta está apática, no crece, no está frondosa, si las hojas están blandas o tiene los tallos delgados, es porque le falta energía. La falta de luz puede hacer incluso que sus hojas amarilleen y las pierda.
Otro síntoma de que le puede faltar luz es que detectemos que el sustrato sigue húmedo una vez transcurridos diez o quince días después del último riego, sobre todo en épocas en que los días se hacen más largos y las plantas están más activas. Si esto ocurre es que la planta no está realizando sus funciones correctamente. Cuando la planta no tiene la luz que necesita es más fácil además que nos equivoquemos a la hora de regarla.
En conclusión, la luz es un aspecto clave para ellas por lo que debemos seguir un buen criterio a la hora de seleccionar y ubicar nuestras plantas de interior. Procuraremos que reciban la cantidad adecuada según las necesidades de cada especie y de esta manera evitaremos fácilmente muchos de los problemas que les afectan.
